La presencia del libro dentro del aula iba acompañada por un rol
docente determinado: el maestro como mediador del conocimiento
que se encontraba dentro de las páginas impresas. Si el
libro era la fuente indiscutible del saber, el maestro tenía la clave
para acceder a él y regulaba qué había que leer, para cuándo y
cómo leerlo.
En mi opinión, el docente debe actuar como un facilitador de la información y el libro es una de las herramientas que selecciona para lo ello, pero si le libro lo reemplaza, y sus clases se reducen a una síntesis del mismo, no me parece que sea una correcta estrategia didáctica, el libro nunca debe reemplazar al docente.
En otras palabras: la introducción de una pantalla,
por más o menos interactiva que sea,
no implica de por sí un cambio en la relación maestro-alumno.
El docente debe optar por el rol que quiere jugar dentro del aula, si va a tomar una actitud de tipo expositor, tutor o facilitador del conocimiento, en función de eso, se desarrollará el tipo de relación maestro-alumno.
La “educación bancaria”
denunciada por Paulo Freire –donde el maestro posee un
saber y lo transfiere al alumno– puede realizarse con libros, pantallas
y teclados de por medio.
Pero no debe confundirse al alumno con una jarra vacía que hay que llenar de conocimiento, el conocimiento se debe construir para lograr un correcto aprendizaje significativo.
en varios encuentros de educación virtual me asombraba escuchar (hasta que me aburrí) a docentes diciendo que en la situación virtual de enseñanza . los docentes sabían más qué les pasaba a los alumnos b. los alumnos preguntaban más y no temían exponer sus dudas .los alumnos discutían más entre elllos y con el docente...cada una de las veces me quedé pensando en qué tipo de docentes eran estos descubridores de maravillas en la instancia presencial
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